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lunes, 19 de abril de 2010

Francisco Ignacio Madero se sentía apoyado por seres del más allá


La figura y los hábitos de Francisco I. Madero (Presidente de México, 1911-1913), lo hacían blanco fácil de sus detractores. Su bondad, su fe en la razón, en la posibilidad de promover un cambio social sin necesidad de ir a las armas hacían que algunos lo miraran con escepticismo, cuando no con algún dejo de desprecio. “Panchito está loco”, llegaron a decir algunos de sus familiares, pues este coahuilense hijo de una de las familias más acaudaladas del porfiriato no se contentaba con procurar el bienestar de los empleados de sus propiedades, ni con promover la educación de los más pequeños o atender sus males con homeopatía: además era un interesado estudioso de la filosofía hindú y era espiritista.

Mientras Madero no se involucró en la lucha política, todos estos rasgos pasaban por ser extravagancias como podía permitírselas un hombre de su clase y de sus recursos. Él se había familiarizado con el espiritismo en su primera juventud, cuando, enviado a estudiar a París, entró en contacto con esta peculiar interpretación de la vida espiritual que no terminaba con la muerte. Un año antes de volver a Coahuila, hacia 1891, Madero ya era espírita, leía cuanto hallaba de la materia, admiraba las obras de Allan Kardec. En sus primeras incursiones en las sesiones espíritas, había descubierto sus facultades de “médium escribiente”, es decir, escribía de manera inconsciente, mensajes que ¿provenían? de los espíritus que se hacían presentes.

De vuelta en México, Madero intentó ejercitar esas facultades, y así encontró su guía espiritual en el proceso que iba a cambiar su vida y la del país: en sus ejercicios, se hizo presente “Raúl”, un espíritu que decía ser el de un pequeño, hermano de Francisco, muerto en la infancia en un trágico accidente doméstico.

Después, apareció alguien más: “José”. Ellos comenzaron a marcar su conducta y su vida, y lo instaron a “purificarse”, pues estaba destinado a una importante misión en bien de la patria. Hasta decidieron su matrimonio con Sara Pérez, en 1903. Apareció un tercer espíritu que, enigmático, firmaba como “BJ”, y algunos han querido entender que Benito Juárez se comunicaba, desde el otro mundo, con el que iba a convertirse en el caudillo del antireeleccionismo.

Un examen de los escritos espiritistas de Madero muestra esta insistencia progresiva de los “espíritus” que le aseguran al coahuilense que el día de su misión está cercano, porque el libro que escribirá cambiará para siempre a México. Los espíritus, sagaces, hablan de que en el país “hay desesperación con el actual régimen de cosas” y por ello era preciso actuar.

Es cierto que no hubo una Revolución detonada por las voces del más allá, del mismo modo que el espiritismo de Francisco I. Madero no es el origen del movimiento de 1910. Pero se sabe que los escritos espíritas de Madero llegan a inicios de 1909, cuando su libro La Sucesión Presidencial en 1910 es ya conocido en todo el país, y el gobierno de Porfirio Díaz no valoraba el peligro real que entrañaba aquel norteño chaparrito que, imagínese usted nomás, decía que hablaba con los muertos.

(FUENTE: cronica.com.mx)

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