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jueves, 25 de septiembre de 2014

La perversión del amor


Estas son algunas de las declaraciones que, acompañadas de una buena banda sonora, suenan a un amor profundo, especial o ideal.

Muchas historias de amor, de esas que leemos o escuchamos o vemos en el cine, acaban con fervientes declaraciones amorosas. Pero, ¿qué pasa después? ¿Realmente se trataba de amor?

¿Cómo puede ser que dos personas que se profesan devoción acaben con odio y resentimiento? ¿Qué falla en el amor? ¿Qué falla en el concepto? ¿Qué falla en la forma de amar?

Quisiera hacer una reflexión sobre tres conceptos erróneos sobre el amor:

“Amor en rebajas”:

“Me voy de casa un tiempo, creo que lo necesito para ver si la echo de menos”, me decía un hombre que no llegaba a los tres años de casado. Pensaba que quizá la distancia le “haría sentir”. ¿Sentir qué? Nostalgia, soledad, necesidad, deseo de compañía, puede...pero ¿amor? No, amor no. El amor no consiste en eso. Porque, ¿qué pasaría cuando volviera a casa (si vuelve)? Puede que vuelva porque “se ha dado cuenta de que quiere a su mujer” pero, ¿qué sucedería cuando vuelva a pasar por una crisis?, ¿volverá a irse para recuperar sus sentimientos? ¿Acaso no se puede amar en medio de la crisis? Esta idea del “amor en rebajas” es un amor frágil, ausente de lo necesario más allá de los sentimientos.

“Amor anticrisis”:

“Yo no estoy dispuesta a aguantar tonterías, si sigue con esa actitud se va a tener que buscar a otra que le soporte. yo no pienso hacerlo.” Decía una mujer después de una discusión por el tema de la limpieza en casa.

Nos han vendido un concepto de amor “anticrisis”. No porque sirva para curarlas sino porque sirve para evitarlas. En el momento en el que aparece la crisis, desaparece el amor. De este modo, no hay superación, sólo evitación.

“Amor sentimental”:

Una pareja, que habían llegado juntos desde la adolescencia hasta los treinta, me decían: “Nos queremos, tenemos una química increíble. Cuando estamos bien es genial porque nos llevamos fenomenal, pero cuando estamos mal es insoportable porque nos decimos de todo y nos hacemos mucho daño”

El amor que profesan muchas parejas es un amor intenso y apasionado, diríamos “de película”. Lo malo es que las películas acaban y no te dicen cómo continuar ante los problemas. Se trata de “amores sentimentales” por llamar de alguna forma a este tipo de amor. Se basan en los sentimientos solamente. Cuando nos sentimos bien reaccionamos bien y cuando nos sentimos mal, reaccionamos mal. Es decir, no hay esfuerzo, sólo inercia. No hay voluntad, sólo impulso. Un amor muy inmaduro.

El amor funciona si sabemos qué significa y cómo se desarrolla. Sin embargo, amar es frustrante cuando pretendemos una cosa pero realizamos otra. Pasamos de la idealización a la decepción. La decepción entre dos personas que se aman puede llevar a dos reacciones: el distanciamiento y la exigencia. 

Nos distanciamos porque nos duele, pero eso no cambia la decepción. Exigimos porque nos parece injusto, pero eso tampoco transforma la realidad. Tristemente, llevar a cuestas ideas incoherentes sobre el amor, puede provocar que las reacciones ante las dificultades en una relación empeoren aún más la situación. Es decir, que sin saberlo, podemos estar provocando que cada vez estemos más lejos de aquello que deseamos. Puede que la idea que tenemos de amor sea una distorsión, una perversión de lo que, supuestamente, es amar. Quizá esta sea una de las causas que hacen que las relaciones amorosas fracasen.

Citando a Erich From: “el amor es un arte: se manifiesta en conductas, se aprende y requiere de inversión en lo que a tiempo y esfuerzo se refiere”.

Tomar conciencia sobre cómo amamos es el primer paso para que las relaciones funcionen. Saber cómo dar y cómo pedir es primordial en la construcción del amor. Entre otras cosas, el amor es entrega y un desafío al desarrollo de la voluntad. No nacemos sabiendo amar, pero siempre podemos aprender.

(FUENTE: laopiniondemurcia.es)

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